Fundación para la Cultura del Vino

por

Por Mar Sánchez Pavón

¿Es el Enoturismo moda pasajera, es invento del marketing o ni siquiera es?

Si buscamos el término en el diccionario de La Real Academia de la lengua española nos encontramos con la primera sorpresa. No aparece. Lo más cercano, la alternativa que esta obra nos ofrece en su 23ª edición, publicada en octubre de 2014 es ecoturismo:

Turismo con el que se pretende hacer compatibles el disfrute de la naturaleza y el respeto al equilibrio del medio ambiente.

Quizá tengamos aquí la razón de que el turismo enológico, modalidad de turismo que tiene como finalidad dar a conocer comarcas y recursos vitivinícolas de un determinado enclave geográfico, haya sido durante mucho tiempo directamente relacionado con un Turismo Activo y de Naturaleza.

¿Y no es cierto que cualquier zona conocida y apreciada por las bondades de sus vinos sea a la vez un destino rural lleno de interesantes recursos naturales y paisajísticos?  Yo creo que sí, que generalmente el binomio se cumple, y suele cumplirse también que todas estas zonas son poseedoras de gran riqueza histórico-cultural, un interesantísimo legado artístico y una más que atractiva oferta gastronómica. Por eso, la idea que yo defiendo es que es casi imposible separar el Turismo de Vino de otros tipos o formas de hacer turismo y convertirlo en motivación única para elegir un destino o planear una escapada.

Experiencias, sensaciones, recuerdos

Si nuestra motivación para viajar es descubrir regiones donde el vino es el gran protagonista, visitar bodegas y conocer más acerca de la cultura del vino, sin ninguna duda, lo que vamos buscando principalmente, como cualquier otro turista, es vivir momentos únicos, experimentar sensaciones que no disfrutamos en nuestro entorno habitual y volvernos a casa con un montón de recuerdos y anécdotas para compartir con los amigos. Perdón, que ni siquiera hace falta volver a casa para poder compartirlos. Las redes sociales ayudan bastante a que, si queremos y no somos demasiado celosos de nuestra intimidad, todo el mundo sepa qué estamos haciendo y dónde en cada momento.

Pero a lo que voy, las expectativas del enoturista no distan demasiado de las de cualquier otro viajero dispuesto a hacer de sus vacaciones o momentos de ocio la mayor inversión para el disfrute de todo el año. Por eso, no basta con que la bodega que visitamos elabore unos vinos fantásticos, que por cierto podríamos haber comprado y saboreado sin salir de casa, o que el diseño de su edificio sea obra de algún afamado arquitecto, aunque esto último pueda ser incentivo suficiente para unos pocos, dispuestos a recorrer incluso miles de kilómetros para citarse con el vanguardismo arquitectónico hecho bodega.

Decía, que no basta diseño ni calidad del vino degustado para contentar a un enoturista. Lo primero serviría para satisfacer el interés de los amantes de la arquitectura y lo segundo haría las delicias de cualquier Wine lover, pero si estamos haciendo turismo, si estamos disfrutando de esos maravillosos días de asueto o descanso queremos además, un lugar agradable para alojarnos, que todos aquellos involucrados en nuestras vacaciones nos brinden un trato exquisito y cercano además de profesional, y que la oferta complementaria sea lo suficientemente extensa y variada satisfacer a todos los integrantes de la aventura. Si a esta oferta podemos también pedirle singularidad y autenticidad nos vamos acercando a la perfección. 

Ya hemos visto tres bodegas, ¿y ahora qué?

El enoturista va casi siempre acompañado de alguien que no lo es, y puede que por cariño, respeto o simple negociación previa esté dispuesto a visitar alguna bodega, pero más de tres pasa los límites hasta de aquel con modales elegantes y paciencia infinita.

Según un estudio del Observatorio del Mercado del Vino (OeMv) sobre la tipología del enoturista y su relación con el mundo del vino, el 45% del total de los que viajan a regiones vitivinícolas y visitan bodegas son simples aficionados al mundo del vino, y el 44% son turistas convencionales, lo cual nos deja tan sólo un 11% a distribuir entre los entusiastas del vino, que son el 9% y un raquítico 2% representado por los profesionales del vino.

Puede que, echando un vistazo a estos datos, tres bodegas para visitar sean incluso demasiadas en un solo viaje.

No perdamos de vista que el turista de vino es, ante todo, turista, y quiere disfrutar de su tiempo libre haciendo un sinfín de actividades que le proporcionen ocio, relax y diversión. En el sector hay iniciativas realmente acertadas para complementar la oferta que, sin renunciar a la temática enológica, consiguen que todo el mundo quede satisfecho. Gymkanas en el viñedo, spas y tratamientos de belleza y salud que sacan provecho a las múltiples propiedades beneficiosas de la uva y el vino, talleres de elaboración, juegos dirigidos a los más pequeños y otras muchas alternativas pueden hacer que la experiencia enoturística sea muy gratificante, pero no demonicemos a nadie si además de visitar una bodega quiere aprovechar su estancia en la zona para visitar unas ruinas arqueológicas o hacer descenso de barrancos. No sólo de vino vive el hombre.

La familia crece a buen ritmo

Pese a no tener muy claro si existe o no el Enoturismo desde el punto de vista de que el vino, su cultura y su paisaje sean la motivación única a la hora de planear un viaje, lo cierto es que, según los datos que aportan las últimas estadísticas del organismo Rutas del Vino de España, el número total de visitantes registrados por las bodegas adheridas al Club de Producto ascendió a 1.689.209 en 2013, lo cual supone un incremento del 18,08% con respecto al año anterior.

La familia se ve incrementada porque también aumentan los esfuerzos, las iniciativas y las inversiones para hacer del turismo enológico una importante fuente de ingresos de muchas regiones. Y aunque no es nada nuevo, y hay países que nos sacan diez años explotando y comercializando esta forma de turismo, es cierto que en el último lustro se han multiplicado los proyectos para potenciar la llegada de visitantes a bodegas, museos del vino y otras empresas del sector.

El potencial es grande, y las características del producto en sí lo convierten en un negocio muy interesante. Comarcas rurales que en algunos casos estaban viendo disminuida de forma alarmante su población, encuentran en esta forma de turismo una actividad muy desestacionalizada que crea puestos de trabajo directos e indirectos, y ayuda además a la promoción de lugares poco conocidos. Esta actividad se convierte por tanto en importante fuente de ingresos y vía de desarrollo.

Ciertamente hay zonas que lo están haciendo mucho mejor que otras. Lugares que merecen sin duda una mención especial porque los esfuerzos conjuntos de todos los actores implicados y las acciones ordenadas y coordinadas entre la iniciativa pública y la privada han dado resultados más que satisfactorios.

¿Qué están haciendo los vecinos?

Si de verdad nos queremos tomar en serio el negocio del enoturismo y que sea fuente importante de ingresos para compañías y regiones, quizá deberíamos elegir como referencia o ejemplo iniciativas que están funcionando en otros rincones del mundo; pero es curioso que, si analizamos los datos del último estudio realizado por The Great Wine Capitals Global Network (GWCGN©) sobre las tendencias del mercado, descubrimos que mientras que argentinos, españoles, o portugueses encuentran en la gastronomía su principal motivación a la hora de programar el viaje a una zona vinícola (60% en el caso de los primeros, casi 65% entre nuestros compatriotas y más del 70% entre los viajeros del país vecino), lo que incita a los neozelandeses a convertirse en enoturistas no son las catas de vino ni los productos gastronómicos de la región; Un 48% de los habitantes de “la tierra de la gran nube blanca“, que es como se llama a Nueva Zelanda en maorí, que visitan una bodega de vino, es para celebrar en ella su enlace matrimonial. Entre los alemanes y los sudafricanos también tiene bastante éxito esta tendencia, pero igualmente en ambos casos, el acudir a un Wine Festival es lo más motivador para desplazarse hasta un entorno enológico (casi un 80% entre los enoturistas alemanes y casi un 70% en el caso de Sudáfrica).

Viendo estos datos, parece poco inteligente, a menos que pretendamos incrementar de forma exponencial las visitas de turistas neozelandeses a nuestras bodegas, acondicionarlas para celebrar en ellas “bodorrios” de postín.

Los mercados gastronómicos o espacios gourmet donde poder degustar y comprar productos típicos, se me antojan más una opción para las localidades y empresas interesadas en aumentar o complementar oferta que atraiga enoturistas hasta sus puertas. Si, además, tenemos en cuenta que el perfil mayoritario de los enoturistas en España es de origen nacional y urbanita, esta opción será sin duda más acertada que la de instalar un altar en la sala de barricas.

Consejos para enoturistas principiantes

Si aún no te has iniciado en el mundo del enoturismo, o si tus primeras experiencias no han sido del todo gratificantes, creo que merece la pena seguir unos consejos básicos que harán de esta práctica algo para repetir.

 

  1. Es turismo. No te olvides que has salido a disfrutar de tu tiempo libre, a hacer todo aquello que no puedes cuando estás inmerso en la rutina diaria. El mundo del vino es muy interesante, te lo dice una wine lover incurable, pero no te olvides de visitar monumentos, museos, exposiciones, parajes naturales y cualquier otro atractivo de la zona a la que viajas. Busca oferta complementaria de ocio, diversión o relax. Hay un montón de actividades que pueden estar o no relacionadas con el vino.

 

  1. Piensa en tus compañeros de viaje. ¿A todos les gusta el vino tanto como a ti? A lo mejor no. Se pueden hacer otras cosas. Descensos en piragua, paseos a caballo, avistamiento de aves…¡incluso shopping!. No les aburras o te quedarás sin acompañantes para la próxima escapada.

 

  1. Donde fueres haz lo que vieres. Lo que comen y beben los habitantes de una zona, incluso la forma en la que lo cocinan o sirven es la mejor manera de disfrutar de lo realmente auténtico. Olvídate por unos días de cómo haces las cosas en casa y empápate de otras costumbres. El disfrute está garantizado.

 

  1. Cuéntalo y comparte fotos. La prueba gráfica de lo que uno está disfrutando suele contagiar ganas de vivirlo en primera persona. Cuando tus amigos vean las fotos de tu escapada enológica y escuchen o lean todas las cosas interesantes que tienes para contar, se van a proclamar candidatos como compañeros en el siguiente plan.

 

  1. No te vayas sin pisar la viña. Es muy importante, sobre todo para los que sólo pisan asfalto durante gran parte de su vida, sentir el origen bajo los pies. La viña es quizá la parte más mágica del vino, es el lugar donde todo comienza y además no pierde su belleza en ninguna época del año. Es increíble ver a la planta durmiendo, llorando o floreciendo y, por supuesto, un espectáculo para los sentidos cuando está repleta de racimos a la espera de ser vendimiados.

 

  1. Compra vino en la bodega. Cuando estés en casa y abras una botella del vino que te presentaron en su hábitat, vas a volver a disfrutar recordando todo lo que te contaron sobre el proceso y su elaboración. Cada vez que descorches una de esas botellas con los amigos, serás tú el embajador de un vino que conoces de cerca.

 

  1. Conviértete en repetidor. Otra época, otro momento u otro lugar. Hacer enoturismo no puede limitarse a visitar una bodega, ni cien, y probar sus vinos. ¿Has participado en una vendimia, te has manchado las manos con el mosto o los pies pisando uva, has vivido “La fiesta del vino”? Hay mil momentos y razones para repetir tu experiencia enoturística.

 

Si ya eres un turista del vino sigue disfrutando de lugares especiales donde la viña es la reina. Si aún te lo estás pensando te animo a probar, y termino con una advertencia, es muy fácil contagiarse de la magia que el vino tiene.

Mar Sánchez Pavón es cofundadora de Entre Cepas Enoturismo www.entre-cepas.com

 

Comments are closed.