Fundación para la Cultura del Vino

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El pasado 3 de julio, la Fundación para la Cultura del Vino organizó una jornada sobre el paisaje del viñedo español. Para ello se citaron viticultores, paisajistas, arquitectos e instituciones con el objetivo de definir qué protección debiera tener el paisaje conformado por viñedos.

En la jornada, celebrada en la sede del Colegio de Arquitectos de Madrid, se hizo urgente comenzar con las definiciones de paisaje tratando de acotar todos los planos que implica, que van desde la viticultura, la geografía a la tradición, la gastronomía o la historia. Definiciones más académicas se entrecruzaron con opiniones que llevaron a considerar al paisaje “la construcción cultural humana sobre una base física”, en este caso la actividad vitivinícola realiza una función dinamizadora del paisaje. La actividad vinícola genera empleos, actividad económica, manifestaciones culturales y asienta población en el medio rural.

Todos los ponentes coincidieron en la necesidad de proteger el paisaje de viñedo, pero sobre todo hacerlo para quienes lo habitan. El paisaje de viñedo no puede convertirse en un escaparate ni un lugar meramente turístico. Los principales beneficiarios de la declaración de paisaje protegido, ya sea Bien de Interés Cultural, Patrimonio de UNESCO o Sistema Agrícola Importante de FAO, tienen que ser quienes habitan en él. No en vano, son los custodios de ese paisaje vivo, que debe preservarse para las generaciones venideras.

Una jornada bajo la dirección técnica del antropólogo Luis Vicente Elías, que sirvió para repensar por qué España es uno de los países con mayor riqueza patrimonial (14% superficie mundial) y no cuenta con ninguna área de viñedo declarada como Patrimonio de la Humanidad. Desde Ribeira Sacra se recordó que su candidatura a la UNESCO sigue viva.

Zonas como La Rioja y Jerez cuentan con figuras nacionales de protección, pero lamentablemente han resultado insuficientes ante algunas amenazas como la proliferación de parques eólicos y tendidos eléctricos de alta tensión. En ese sentido se pronunció Fernando Miranda, secretario general de Recursos Agrarios y Seguridad Alimentaria en su intervención inaugural, anunciando que el Ministerio de Agricultura trabaja actualmente en un estudio y análisis sobre el agrovoltaismo para establecer el método en que esta combinación entre agricultura y energía se realice de manera integrada y no de manera disruptiva.

En el programa de la jornada, tres interesantes conferencias ampliaron el foco hasta otras zonas en las que el paisaje de viñedo está calificado como Patrimonio de la Humanidad UNESCO, siendo el caso del Alto Douro Vinhateiro en Portugal y los Climats de Bourgogne en Francia. La especial consideración del paisaje mendocino a la hora de diseñar bodegas fue la clave de la ponencia de la arquitecta argentina Eliana Bórmida.

No se puede proteger todo el paisaje del viñedo y es difuso el criterio para decidir cuáles deben de ser protegidos y cuáles no. De la misma manera se incidió en si verdaderamente es  necesario que todos los paisajes de viñedo opten a la mayor protección o quizás algunos de ellos podrían tener otras calificaciones menores pero válidas.

Cuando un paisaje de viñedo se convierte en Patrimonio de la Humanidad recibe reconocimiento, aumenta el enoturismo y el valor de sus vinos se incrementa ligeramente. Pero también sus custodios firman un compromiso de conservación que añade tareas y  frecuentemente reduce su capacidad de decisión sobre sus viñedos.

La Fundación para la Cultura del Vino quiso proponer con todos los participantes una reflexión sobre el futuro de un paisaje agrario como el viñedo que permanece más allá del vino, como recurso económico, figura territorial de calidad, sostenibilidad y cultura. 

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