Fundación para la Cultura del Vino

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Generalmente cuando oímos hablar de cata o análisis sensorial lo asociamos casi de forma exclusiva al vino y del mismo modo el catador lo asociamos a la figura del enólogo, pero la realidad es, o debería ser, bien distinta ya que ni todos los catadores son enólogos, ni todos los enólogos saben catar.

La cata o análisis sensorial consiste en someter un producto al análisis de sus características a través de nuestros sentidos, lo que nos permitirá posteriormente juzgar y valorar su calidad. Por tanto, debemos diferenciar dos aspectos claves: uno es el conocimiento de las técnicas de cata y otro el conocimiento del producto a catar.

Todas las personas somos susceptibles de ser buenos catadores, siempre y cuando eduquemos nuestros sentidos, sepamos cómo funcionan, e interpretemos las sensaciones que nos tramiten; como ver y observar su limpidez y su coloración, como percibir y clasificar los aromas o como interpretar las sensaciones gustativas y táctiles. Pero el conocimiento de estas técnicas no lleva asociado algo tan importante como es el conocimiento del producto a catar, por lo tanto conociendo las técnicas de cata podremos describir un producto (vinos, aguardientes, aceites, quesos, jamones, etc…) y manifestar como aficionados si nos gusta y porqué, lo que evidentemente es mucho, pero no podremos valorarlo en cuanto a su calidad, ya que desconocemos cuáles son sus características organolépticas y cualitativas y por lo tanto nos fiamos básicamente de nuestros gustos personales, siendo un ejercicio parcial y muy subjetivo.

Por todo ello podríamos decir que hay catadores de vinos, aceites, quesos, embutidos, etc.., los cuales tienen en común un buen conocimiento de nuestros sentidos y un conocimiento exhaustivo de algún o algunos de los diferentes productos, pero es muy difícil que encontremos un catador universal, que conozca variedades, orígenes, procesos de elaboración, tipologías de todos y cada uno de los productos a catar, por lo que no es posible reservar está a un solo sector de profesionales como los enólogos, sino que está abierta a muchos otros profesionales de otros sectores (prensa, sumilleres, comerciales de la distribución) y aficionados con un gran interés por estos dos aspectos de la cata.

Aprender a catar es fácil, sencillo y está al alcance de muchas personas; lo que realmente es difícil, duro, costoso y que nos llevaría mucho más tiempo es saber de vinos, de quesos, de aceites… y cuanta más experiencia y conocimientos vayamos acumulando, mejores catadores seremos.

En cualquier caso, nunca debemos olvidar que la cata es importante tanto en su aspecto técnico como hedonista, ya que a través de ella descubrimos una parte primordial de nuestra cultura, de nuestra historia y aprendemos a disfrutar de todos los elementos que constituyen nuestra rica y variada gastronomía.

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